ReportĂ© con educaciĂłn que el internet no funcionaba. Ella dijo: âPues ni modo, asĂ le tocĂłâ, y añadiĂł: âAdemĂĄs, su reservaciĂłn viene de Hoteles.comâ, como si eso nos dejara en segundo plano. BajĂł molesta, abriĂł la puerta de nuestra habitaciĂłn original, mostrĂł su celular diciendo: âAquĂ sĂ hay internetâ. Soy ingeniero en sistemas; no discutĂ. Nos indicĂł la nueva habitaciĂłn, pero se quedĂł observĂĄndonos mientras empacĂĄbamos. Le pedĂ con respeto que esperara afuera por privacidad. Al salir pensĂ© que estarĂa esperĂĄndonos, pero ya no estaba. Asumimos que fue a la nueva habitaciĂłn, asĂ que salimos bajo la lluvia. DejĂ© a mi esposa embarazada bajo la lluvia y carguĂ© a mi hija de 2 años en brazos. Llegamos y la nueva habitaciĂłn estaba cerrada. Ella no estaba. Sin acceso a ninguna, corrĂ al lobby con mi bebĂ©. En el trayecto un mosquito gigante me atacĂł; casi caigo con ella en brazos y me herĂ el pie sin darme cuenta, porque mi Ășnica prioridad era proteger a mi hija. Al llegar Monse reapareciĂł de mala gana y me acompañó a la nueva habitaciĂłn. DejĂ© parte del equipaje a mitad del camino y volvĂ cargando a mi hija, maleta, tenis y chanclas. Al regresar notĂ© que sangraba. LlamĂ© al lobby por ayuda; dijeron que traerĂan gasas y luego que fuĂ©ramos nosotros. Nunca preguntaron quĂ© pasaba ni mostraron empatĂa. Todo fue causado por la actitud de Monse y su indiferencia, una cadena de descuidos que ninguna familia merece.